miércoles, 26 de septiembre de 2012

EL COLISIONADOR DE HADRONES, CAPÍTULO II

Capítulo II.

Gerard se aplicó al máximo en el proyecto. Los genes de Néstor resultaron ser mucho mejores de lo que hubiera podido imaginar, se sintió prejuicioso por haberlos “despreciado” antes de examinarlos: esa actitud suya había sido muy poco neo-científica. Incluso había en ellos algo imposible de comprender, y que le irritaba al mismo tiempo. Tenían una calidad increíble como para ser de un courant. Sophie le comentó que Néstor se había pasado la vida luchando, y que a diferencia de ella misma no se arredraba ante ningún obstáculo, que se entregaba entero sin miedo a perder.

Sí-pensó-. Debe ser lo del potencial agresivo. Un courant lo tiene intacto. Astrid recibirá en ese sentido los mismos genes intactos de su padre, para que herede sin más su capacidad de riesgo, su valentía natural. Tendrá lo mejor de Dios y lo mejor de los hombres. Aunque… ¿quién sabe que es lo mejor? Los genes son plásticos, mutan incluso con el ejercicio físico y se fortalecen. Tal vez Néstor haya querido parecerse tanto toda su vida a uno de nosotros que de algún modo ha acabado pareciéndose. La voluntad no puede medirse, ni el espíritu humano de superación. Nunca lograremos controlar estas cosas. La eterna dialéctica los genes versus el ambiente…

Gerard guardaba un as en la manga que había ocultado deliberadamente a todos. La gente suele considerar la ciencia como un trabajo enteramente “limpio” y “honesto”, pero se equivocan. Incluso Newton o Einstein fueron capaces de esconder ciertos errores de sus teorías para alcanzar la gloria. En este caso, lo que Gerard no había dicho a nadie era que… biológicamente…

Astrid también sería su hija: había puesto genes de él en ella.

La primera humana con tres padres: dos hombres y una mujer. No quería reconocérselo a sí mismo, pero todo se gestó en su cabeza de hombre y no de genetista. Su pensamiento fue “de abajo a arriba”. Primero se imaginó en la cama, al lado de Sophie y del propio Néstor. Soñó despierto con que ambos le hacían el amor mientras su corazón latía cada vez más rápido. Como la Ginebra de las leyendas Artúricas, amada por dos hombres. Y le gustó lo que vio en su cabeza. Y a continuación se dijo a sí mismo:

¿Y por qué no? Si la hija tiene 1/3 mío es como si realmente yo hubiera estado en el tálamo con ella, aunque ella sea como una mitad de él… es como si lo hubiera logrado. Nadie tendría porqué saberlo nunca…



-¿Cómo estás, Sophie?
-Ya con menos mareos, Néstor. Pero muy cansada y con muchas ganas de dormir. Está aquí ya, ¿te das cuenta?-decía ilusionada mientras se tocaba su prominente vientre- Es como un milagro
-Tu estimado Gerard-dijo con cierto sarcasmo- me dio una alegría: mis genes de potencial agresivo han pasado a nuestra hija, ¡sin modificar! Me pidió perdón por haber subestimado mi material, eso me hizo sentir muy orgulloso. Pero hay algo que me chocó…
-¿El qué?-inquirió mientras seguía tocándose alrededor del ombligo sin demasiado interés-
-No sé, es como si estuviera él también contento, igual casi que nosotros, se está implicando mucho, ¿no crees? ¡Él no va a tener ninguna hija, por Dios!
-No te confundas, es su entusiasmo científico.
Sophie miraba a su esposo. Ella nunca quiso casarse. Y jamás imaginó que acabara haciéndolo precisamente con alguien como él. Lo conoció una tarde, merendando, una amiga se lo presentó. Le pareció irresistible, lleno de vida. Tenía la corbata algo torcida, y una sonrisa en los ojos impresionantemente bella. En el interior de la brasserie, una recreación holográfica de los Campos Elíseos de noche. Casi todos los lugares de encuentro tenían hologramas en sus estancias, atraían más clientela.

-Encantado, Sophie. Yo soy Néstor. No soy como vosotras, soy sólo un courant. Pero al menos, ahora, con las nuevas leyes, podemos decirlo sin miedo.

Su vida había sido demasiado “cuadrada” hasta que apareció él. Trajo de la mano un sin fin de novedades, empezó a deslumbrarla. Captaba perfectamente que no era tan inteligente como ella, pero llegó un momento, a las pocas semanas de conocerlo, en que empezó a dejar de importarle

¡Estás loca, emparejarte con un vulgar courant! ¿Qué clase de hijos podrás esperar de él? –estalló su madre poniendo el grito en el cielo-.
¡Por encima de mi cadáver!-exclamó su padre en tono amenazante-

Curiosamente los gritos rebotaban en ella y se desleían como el café que se vierte sobre la leche. Ella estaba… no podía explicárselo a sí misma, pero se sentía… ¡feliz! Era la primera vez que notaba ese caudal de dicha dentro de ella. Y por eso, a las pocas semanas de conocerlo, se lo dijo:

-Néstor
-¿Qué?-preguntó mientras no paraba de besarle el cuello antes de arrancar la aeronave-
-Me haces ser mejor aun, contigo sí que gano. No me importa ya lo que diga la sociedad entera de nuestra unión, ni que la vean extraña. Quiero que sepas que estoy dispuesta a todo.
-Te engañas a ti misma. No te casarías, por ejemplo, con alguien como yo. Llevo toda mi existencia sufriendo la discriminación, y luchando contra ella, quizá en vano, no lo sé.
-¿Me lo pedirías?-preguntó ella con una mirada como de niña traviesa, expectante-
-Y tanto, estoy loco por ti. Por ti haría la locura de encadenarme y hasta de procrear…
-Casémonos pues-afirmó categórica-
Él sonrió muy halagado, apenas podía creerlo. Y ella, sensualmente, movió su dedo índice entre sus dos labios. Lo mejor de la cara de su novio era, sin duda, su boca. Esa noche hicieron por vez primera el amor. Y cuando sintió a Néstor dentro de ella, sus piernas, instintivamente, se cerraron para no dejarlo salir enseguida y retenerlo… todo el tiempo que le fuera posible. Era la primera vez que sentía algo así: había hecho el amor con otros hombres, había sentido placer, pero nunca había estado en un precipicio ni se había dejado caer, pues, en el mismo, para... terminar por volar después. Néstor, sin salir aun de dentro de su cuerpo, miró extasiado el rostro de la que sería su esposa, y vio la dicha transfigurada en ella, y sonrió, y ella lo emuló, y cansados, durmieron toda la noche juntos y abrazados.

Ahora que venía Astrid en camino, Sophie tenía muchos recuerdos dulces de los mejores momentos con Néstor. Aquella primera noche en que se amaron regresaba pues a su memoria incólume, y al retornar, era revivida de algún modo.
-Néstor, ¿recuerdas nuestra primera vez juntos? Te parecerá una tontería, pero… Ahí, de algún modo, ya estaba nuestra Astrid, aunque fuera presentida.

Néstor se emocionó y besó su boca y después bajó a besar las piernas de su mujer:

-Sí, se cerraron, ni querías dejarme salir ni yo quería tampoco irme de dentro de ti.



-¡No puedo creer lo que has hecho!-a los consejeros les enseñaban en la Academia a no juzgar a sus clientes, a escucharlos y empatizar con ellos, pero nunca a nada más, sin embargo, ¡aquello era demasiado!- Se supone que eres un científico, ¡no te has comportado como tal!

-Sí lo he hecho-objetó- Tres padres dan mucha más diversidad genética.

-¡Es inmoral! No has recabado la opinión de ellos, y a mí mi deber deontológico me obligará a guardar silencio, ¡no es justo! ¿Y si sale mal?

-Descubrí que mis genes eran muy diferentes a los de ellos dos, así que saldrá perfecto. La Naturaleza sólo busca biodiversidad. Yo le he dado un empujoncito, simplemente.

-Puede que incluso te engañes a ti mismo y todo, ¡pero no me embaucas a mí! Sé que estás obsesionado con ella, sé porqué lo has hecho y me parece fatal

-Si quieres dejar de prestarme consejo lo entenderé-musitó con cierta irritabilidad-

-Perdona, se nos enseña a no juzgar nunca al cliente, pero es que… ¡No entiendes! Ella lo eligió a él, ¡no a ti! Aunque te creas mejor…

-Un momento, ya sé que no lo soy

-¿Qué quieres decir?

Gerard clavó sus ojos grises en la ventana que había detrás de su asesor emocional. Estaba lloviendo. Siempre se quejó de ser un incomprendido, desde niño. Otra vez volvía ese malestar de antaño, y le disgustaba profundamente. Nubarrones se cernían sobre los más altos edificios de la urbe, y también sobre sus más altos ideales. ¿Habrían endiosado a la Genética? París, pese a todo, seguía oliendo a boulangerie como hacía siglos. La Torre Eiffel seguía siendo el emblema de la ciudad, pese al altivo edificio gubernamental con forma de pirámide acristalada del Centro de Estudios Genéticos, único en el mundo. Una pesadumbre plomiza se iba apoderando insensiblemente de él, y anegado de ella y bajando su vista al suelo, finalmente encaró la realidad y mirando a los ojos de su interlocutor contestó:

-Tengo que irme ya. He dejado la aeronave en casa, he preferido venir caminando para hacer algo de ejercicio. Él… Me molesta, pero he de afrontarlo. Él es, y en más de un aspecto, mejor que yo. Y no me refiero al hecho de haberla conquistado a ella, que también dice bastante de él, sino que … En fin. He visto la mano de Dios en sus genes, y aun más caótica que la humana, hay algo inaprensible en ella. Él, Néstor-le dolía pronunciar su nombre-, tiene una genética de base muy fuerte, muy buena: es un gran ejemplar humano.

El consejero se quedó sorprendido. ¿Un courant con genes mejores que ellos?

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